La Chica del Exterior.


...Había veces y días en que sentía que esperaba afuera de la puerta principal, aguardando cualquier momento en que abriera para entrar en su vida.

Desde el interior, ella (la chica a quien había ido a buscar), ya estaba más que consciente de que allá afuera alguien existía (pero no de cuánto tiempo tardó en encontrarla entre millones de personas, y de averiguar como llegar hasta ahí).
Las distracciones de su mundo -ahí dentro- eran demasiadas, pero aún así se asomaba de cuando en cuando y le sonreía desde el otro lado de la puerta por espacio de unos cuantos segundos, y eso era motivo más que suficiente, para que La Chica del Exterior se sintiera súper feliz.

Nadie sabía si algún día, aquella mujer tan especial por la que permanecía aún sentada sobre la banqueta, abriría la puerta o quizá saldría hasta afuera para mostrarle el camino directo hasta su corazón...

Desde esa perspectiva, para la gente que pasaba y para quienes contaban sobre su espera, esta historia quizá podría ser muy triste; pero no lo era, porque independientemente de si la puerta era o no abierta, La Chica del Exterior, desde ese borde de cemento había aprendido a disfrutar de todo cuanto sucedía en la calle: de los días soleados al igual que los de lluvia o con frío... 

Incluso, en los días en que ni siquiera había rastro alguno de movimiento en el interior de la casa, a ella las horas se le iban conversando con cuanto personaje pasaba por ahí enfrente, atrapando entre páginas de un cuaderno, los milagros de la naturaleza que ante sus ojos sucedían a diario y eran como regalos. También sobre las historias que por haber permanecido durante tanto tiempo en ese sitio, le tocó presenciar.

Era verdad, sí... Su deseo más grande era que un día le abriera la puerta y le diera oportunidad de entrar en su vida; pero como sabía también que la mayoría de los personajes principales en su corazón ya habían sido ocupados; durante el lapso de tiempo que había permanecido esperando (e incluso en el camino que la llevó hasta ahí); se ocupó de construirse una vida llena de momentos, emociones y recuerdos que con el simple hecho de extraerlos de los bolsillos de su alma, para mostrárselos al presente; era inevitable para cualquier persona, no sonreír.

Yo una vez pasé por ahí... Luego otra vez y verla sentada en la banqueta con las piernas cruzadas y escribiendo en su cuaderno de notas mientras sonreía y saludaba a todo el que pasaba por ahí, se convirtió en parte de mi rutina diaria. 

La última vez que pasé por esa calle, frente a esa casa, me di cuenta que seguía esperando, que la puerta aún no había sido abierta. Por cuestión de tiempo, tuve que alejarme a toda prisa, pero me sorprendió que un par de cuadras más adelante, encontré una hoja suelta que quizá el viento -como travesura- le robó de su cuaderno e hizo que volara lejos, sin que se diera cuenta.  

Estaba un poco maltrecha, llena de lodo, pero aún era legible, y me llenó tanto el alma descifrar sus emociones en letras, pues en ellas hablaba de lo increíble que es coincidir con alguien entre millones de personas y que sin darse cuenta su mirada te estremezca el alma... Tan sólo por eso, La Chica del Exterior ya se sentía afortunada, pues independientemente de si encontraba o no la forma para entrar y ganarse un lugar en su alma, la vida ya le había dado la posibilidad de tener una vida plena y llena de matices desde mucho tiempo antes de sentarse a esperar ahí.

Esta tarde, de camino al trabajo; mientras doblo y me guardo en uno de los bolsillos de mis jeans esa hoja que se le escapo; te cuento a ti de esta historia y suspiro -porque al igual que tú- de corazón deseo que a quien ha ido a buscar se de cuenta de lo especial que ella es y le abra la puerta. Pues hasta yo sé que el día que eso suceda, no se va arrepentir.

Ojalá que sea así.

9-Octubre-2018
2:10 pm.

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