"El Cazador de Sueños".
Ilustración: Alejandra Ochoa
Existió hace mucho tiempo un duende que era conocido como "El Cazador de Sueños"... Se decía que vivía en las inmediaciones de un parque, aunque nunca nadie lo había visto en realidad.
Se sabía de su existencia, porque se hablaba mucho de él en los libros de fábulas y cuentos, pero ninguna descripción coincidía, porque mientras unos decían que era muy grande, otros decían que era muy pequeñito y en lo único que estaban de acuerdo tanto las personas y los sabios que hicieron referencia a él en los libros; era de que se trataba de un duende relativamente joven... Con apenas 425 años de edad.
Yo lo conocí una tarde de verano, en que la casualidad me llevó a sentarme bajo la sombra de uno de los enormes árboles del parque que todavía hasta hace apenas muy poco, acostumbraba visitar a la hora de la comida. En esa ocasión cargaba como siempre en la mochila, mi eterna libreta de pasta gruesa, donde por medio de letras y palabras, intentaba atrapar todas las cosas que se ven a diario y que en realidad valen la pena.
En esa ocasión no sucedió nada en lo absoluto, ni tan poco en los siguientes días. Todas y cada una de las veces cuando regresé al parque; nada me pareció extraño, hasta el día en que encontré muy bien acomodadito sobre el pasto, un frasco de cristal transparente con tapa enroscable; similar a esos en los que se envasa la mermelada.
Era evidente que no era basura, porque cuando yo lo encontré estaba muy bien recargado sobre el tronco del árbol; al pie del cual me sentaba yo siempre; además de que el frasco se veía demasiado limpio por dentro, como para no suponer que a alguien se le quedó olvidado ahí.
Esa era la explicación más coherente y verosímil en la que se me ocurrió pensar al momento en el que tomé ese frasco para depositarlo dentro de uno de los contendedores de basura de ese parque. Hasta ahí nada estuvo fuera de lo normal; hasta que al volver al pie del árbol para sentarme y seguir escribiendo; descubrí que una vez más el frasco estaba ahí.
Ni siquiera intenté darle vueltas al asunto... No había ningún error, yo había dejado el frasco en el bote de basura; y volví a colocarlo ahí otra vez. Al regresar para retomar de nuevo mi lugar, el frasco ya no estaba; pero la cosa no terminó ahí, era apenas el principio, porque durante todas las siguientes ocasiones en las que visité el parque, el famoso frasco volvía aparecer siempre, una y otra vez.
Como siempre que uno no encuentra una explicación lógica para algo; supuse que tal vez se trataba de alguna broma que alguna persona -sin nada mejor que hacer- y que también frecuentaba el parque quería jugarme. Opté por ignorarlo y cada tarde que regresaba; fingía no darle importancia al hecho de que el frasco siempre estuviera.
Creo que terminé por acostumbrarme a eso. Ya ni siquiera lo tomaba en cuenta; hasta que en un día normal de entre semana, cuando yo intentaba concentrarme en el libro que en ese entonces estaba leyendo; me di cuenta que el frasco -que en esta ocasión estaba destapado- de pronto, así de la nada, comenzó a llenarse de hojitas y piedras de colores que iban cayendo de una en una; como si alguien las estuviera lanzando desde arriba con gran un gran tino.
Alcé mi vista hacia arriba; y el resplandor de los rayos solares de la tarde, me encandilaron de tal modo, que lo único que pude ver fue la silueta de un ser pequeñito, sentado en el borde de una rama.
Con la luz de frente, me fue muy difícil percibir con precisión sus rasgos, y tan sólo lo visualicé como la sombra de alguien, que sentado desde el borde de una de las ramas más altas, me preguntó de repente con una vocecita muy dulce, si en ese libro que yo estaba leyendo en ese momento; se mencionaba alguna fórmula que pudiera hacer que él pudiera "regresar"...
Sabía que no era una alucinación, pero tampoco dije nada... Creo que él interpretó mi silencio como un indicio de que me había asustado... La verdad es que no fue eso, sino más bien que una vez que pude verlo bien, cuando descendió de la parte alta del árbol (para estar un poco más cerca y demostrar con ello que no había nada que temer); tenerlo frente a mi me produjo una extraña sensación de ternura, mezclada con una especie de gran desconcierto; porque aunque yo no sabía quien era, al mismo tiempo, algo en mi interior me hizo sentir como si lo conociera de mucho tiempo también.
Cuando estuvo frente a mi, y se presentó, me pidió que lo disculpara, porque ese era y al mismo tiempo no era él... Yo no entendí nada, y la verdad ni siquiera me esforcé en intentarlo, pues en ese instante descubrí en sus ojos enormes y transparentes, la historia que a continuación les voy a contar...
El Cazador de Cuentos no es como yo te lo describo ahora, ni tampoco como lo dibujan en los libros. Además de que pocas veces se deja ver; él adquiere la forma que cada persona decide con su capacidad para imaginarlo.
Lleva mucho tiempo oculto en un parque, pero no nació ahí. Llegó mucho tiempo antes, siguiendo los pasos de una niña que conoció en el universo mágico en donde él vivía y con la que jugaba todo el tiempo; y que por esas cosas del destino -que nadie entiende muy bien- llegó un día en que ella tuvo que irse.
Al Cazador de Sueños le entristeció mucho la noticia, pues a pesar de que él era muy feliz en su mundo, algo en su corazón le decía que cuando la niña se fuera ya nada volvería a ser lo mismo, pues con ella se divertía jugando en todos los mundos que ambos tirados de panza, por las tardes se ponían a imaginar... Pasaban las noches enteras recolectando el polvo de estrellas que los unicornios y hadas dejaban a su paso y se divertían barato escondiéndole los pinceles y colores a los duendes que cada día pintaban los arcoiris de tonalidades diferentes.
Al parecer el destino de la niña que jugaba con El Cazador de Sueños era emprender un largo viaje con destino hacia la tierra; y aunque él nunca antes escuchó de ese lugar; el día en que se marchó, decidió también que tenía que ir tras ella.
El viaje fue muy largo y duró muchos noches y también muchos días.... La niña nunca se dio cuenta que El Cazador de Sueños iba a poca distancia siguiendo sus pasos; y fue así como llegaron a la frontera que delimita el mundo mágico del real.
Al llegar ahí, el Duende vio como la niña descendió por una escalera que se abría paso en forma de un haz luminoso que brillaba entre nubes. Cuando la vio bajar y a medida que durante el trayecto se fueron borrando uno a uno todos sus recuerdos y también, ella se iba haciendo más y más pequeña; El Cazador de Sueños tuvo miedo... Pero sin titubear por la decisión que estaba a punto de tomar; respiró profundo, cerró los ojos; y antes de que pudiera tener la intención de arrepentirse; "de panza" se deslizó por aquella escalera que a cierta velocidad y distancia se convertía en una gigantesca resbaladilla ; y así fue como él bajó a la tierra también.
Dejó atrás -y quizá para siempre-, todas y cada una de las cosas que conformaban ese universo mágico que desde siempre fue su casa, y que era muy probable nunca más volvería a ver.
De esta manera, llegó a la tierra; y no obstante que seguía estando cerca de aquella niña con la que tanto jugaba; ahora las cosas eran diferentes y tuvo que esperar un tiempo para poder hablar y convivir con ella como antes.
Eso sucedió cuando en el tiempo de la tierra, la niña cumplió 4 años. El duende se sintió muy feliz y supo que su decisión había sido la correcta, cuando las cosas volvieron a ser tal y como eran antes.
Ahora no tenían polvo de estrellas, ni tampoco pinceles mágicos ni de colores, pero podían jugar prácticamente durante todo el día y lograr casi cualquier cosa que se propusieran gracias a la magia de la imaginación.
Durante el día, a veces El Cazador de Sueños se ocultaba debajo de la cama, adentro de un closet, en la casita de muñecas o en cualquier otro lugar perfecto para ocultar a algún amigo imaginario.
Por las noches, cuando la niña dormía, por un muy corto período de tiempo, los dos podían viajar a lugares muy parecidos a los que ambos conocieron dentro del universo mágico; y a medida que la niña fue un poco más grande; empezaron a recolectar pedazos de sueños adentro de una caja de cartón que ambos pactaron mantener oculta como si fuera un tesoro; debajo de la base de la cama.
Pero algo que ni el duende ni la niña imaginaron; fue que la estancia en la tierra, no contempla la interrupción del tiempo; y quien era su eterna compañera de juegos y aventuras empezó a crecer.
Una tarde, de paseo en bicicleta; la niña conoció a otro chico que era un poco más grande que ella; y fue ahí en ese instante que la conexión mágica que existía entre ellos se rompió.
La niña regresó a su casa, pero parecía haberse olvidado por completo de su amigo. Ya no lo buscó; y la caja llena de objetos insignificantes que para ellos dos eran especiales, quedó en el olvido; hasta que un buen día en que alguien hizo la limpieza, terminó dentro de un tambo de basura.
El duende decidió irse de ahí; y estuvo vagando durante muchos días con la esperanza de que alguien pudiera verlo otra vez con los ojos del alma y la imaginación. Por primera vez sintió ganas de buscar de nuevo el camino hacia su casa; pero como no tenía idea de como hacerlo; caminó y caminó hasta que sus botines de forma puntiaguda se desgastaron por completo; y entonces se fue a sentar en un tronco hueco que estaba tirado en medio de un parque.
Después de unos días, se dio cuenta que ese lugar era muy parecido al universo de donde él era originario. Decidió convertirlo en su hogar y aunque ya no tenía con quien jugar; la tristeza se desvaneció en poco tiempo, porque se dio cuenta que los humanos, a pesar de que no tenían capacidad para verlo; transitaban por ese lugar y para el duende si eran visibles los sueños y sentimientos que cada uno llevaba en su interior.
Se sintió tan feliz, casi igual que como lo era antes; y quiso compartir eso con los árboles habitantes del parque (que tenían alma); y hasta con un fauno que al igual que él provenía de un mundo irreal y mágico; y que sólo estuvo de paso durante un tiempo muy corto de tiempo en ese lugar.
Desde entonces, ahí vive El Cazador de Sueños.... Los árboles decidieron darle ese nombre porque a raíz de que el duende descubrió que podía ser capaz de ver todo lo que había dentro del alma de los humanos; se dedicó de lleno a eso.
Era muy divertido para él descubrir sueños de todos los tamaños y colores... Eran tantos y tan buenos, que llegó un punto en que el duende se dio cuenta que no podía nada más verlos; si no también coleccionarlos; y como los bolsillitos de su saco y sus pantalones ya no cabían; decidió comenzar a meterlos en un frasco de vidrio transparente con tapa; para poder cuidarlos siempre y que no se evaporaran en el camino.
Dentro de ese recipiente de paredes cilíndricas; El Cazador de Sueños metió todas las imágenes fantásticas de muchos niños que de cuando en cuando llegaban a jugar hasta ese parque.
El deseo de uno de ellos de convertirse en astronauta cuando fuera grande; así como también los suspiros y las promesas de alguna que otra pareja que se enamoró para siempre en ese sitio; los sueños de los estudiantes que cada tarde pasan por ahí con todas sus ganas de comerse al mundo; así como también todas las historias que aún yo no he escrito; pero que él conoce de sobra y sabe muy bien llenarán las hojas que aún permanecen en blanco y sin gastarse en mi libreta.
De eso alimenta él su corazón a diario. De los sueños e ilusiones que logra atrapar de quienes pasan por ahí; pero le hace muy feliz cuando alguien le abre su corazón y es capaz de volver a convertirse en niño, para compartirle todo lo que sueña y hasta también lo que le atemoriza....
En ocasiones, cuando se trata de un pensamiento de color gris; El Cazador de Sueños lo toma entre sus manos, y cuidadosamente desenrosca la tapa y lo mete adentro de su frasco, para luego agitarlo, hasta que los tonos grises se difuminan al mezclarse con la brillantez de los sueños que a través del tiempo ha ido coleccionando...
Sabe muchas historias y ha vivido mil cosas.... Y aunque nadie sabe si podrá encontrar algún día el camino de regreso a su casa; mientras exista alguien que sueñe... El duende Cazador de Sueños seguirá siendo feliz aquí, en el mundo real...
"Los sueños casi siempre son invisibles o de color transparente... Depende de ti, y una vez que salen de tu alma, de que tono los quieres ver".
Comentarios
Deberías de escribir cuentos y publicarlos de verdad, o sea en un libro.