Mi Paz en Ti


Mi paz en ti, comienza a escasos milímetros de tu espalda... Lienzo indeleble donde reposan tus alas y mis manos desdibujan de madrugada el futuro, ese que aún no nos urge, pero tampoco a nadie queremos contar... 

Mi paz en ti se entreteje en instantes... de esos que me regalas mientras hablamos o aún duermes; y se evaporan con un suspiro, al igual que el trazo en tu piel de un diente de león.

Mi paz en ti, se vuelve tangible en silencio, cuando el sol aún no llega... En la penumbra, al final de un pesado día; cuando la curvatura de uno de tus pies, roza entre travieso y atrevido mi rodilla (mientras finges estar concentrada en una serie) y la insistente cercanía me hace saber que quieres que desaparezca la pantalla, para que los minutos siguientes sean tuyos y míos nada más...

Mi paz en ti, la encuentro aún en la ausencia... Entre las cosas que dejas olvidadas en cada perímetro de mi espacio... El palito de madera de aquella paleta de chocolate que usaste como separador en un libro que compartimos, las prendas que dejas olvidadas adentro de la lavadora o en ese cajón del que poco a poco te has ido apoderando y ya huele a ti.

Mi paz en ti, la encuentro cuando me envuelves de madrugada.
En la urgencia desesperada de besos que -a veces si, pero no necesariamente- terminan en un encuentro; de la fuerza con que tus dedos se anclan a mis manos después de tantos días sin vernos; y en la complicidad de tu sonrisa que en la mañana de los lunes siempre me pide 5 minutos más...

Mi paz en ti se ha ido bordando con el sonido de tu risa (que también desata la mía), de tus silencios y tus ojos que se vuelven más pequeños cuando centras toda tu atención en algo que de verdad te interesa.

Mi paz en ti está cimentada en la honestidad con que te cuento todo lo que para mi es importante.
En la manera en que me cuando me siento frustrada o con miedo, no sé cómo lo haces, pero siempre me calmas.

Mi paz en ti es tan simple como la libertad y la belleza que son el vestido de tu alma, esa que llevas debajo de la piel.

Mi paz en ti habita en el instante mismo en que tus mil batallas diarias te llevan a hacer de mi el refugio que te arropa en un abrazo (sin importar la hora en que llegues), y aunque el mundo sea un lugar hostil y caótico, tú y yo estamos bien.

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